Ubicada en Bariloche la casa se desarrolla en un terreno arbolado con fuerte pendiente, con orientación Sur y una gran vista hacia el lago Gutiérrez.
Se busco una integración con el entorno a través de la materialidad y de las grandes superficies vidriadas de modo de relacionar fuertemente el interior con el exterior. La casa se materializa a través de unos muros pesados de piedra tipo pirca, tanto en el exterior como en el interior. La idea en planta se define con dos muros de cincuenta centímetros de espesor en forma de “L” que se encastran conteniendo y abriendo los espacios. El techo esta pensado en bandas de formas irregulares que se van quebrando, superpuestas una sobre otra dejando una separación que permite el ingreso del sol del Norte y generando una sensación de ingravidez, como si flotaran, aludiendo por su forma y materialidad a las cortezas de los árboles. Es una casa que responde a los elementos constructivos tradicionales del lugar, reelaborados generando un sentido diferente en su lectura y significado.










